lunes, 25 de febrero de 2013

Presentación

Pequeñas gotas de lluvia caen sobre la costa malagueña, lo hace rítmicamente, al compás del designio del dios Júpiter, ralentizando el tráfico, el andar y actividades del millar de personas que llenan con sus historias el latir de un pequeño pueblo.
El repicar de las campanas de la pequeña ermita de finales del siglo XIX anuncia puntualmente las siete de la tarde, el aviso para los últimos feligreses que se apresuran a tomar asiento sin llamar demasiado la atención del joven párroco que sonríe despreocupado por el gesto mientras que algunas señoras mayores en la primera fila se encargan de perfeccionar el fino arte del cotilleo.
Un domingo tranquilo, aún faltan 2 semanas para el comienzo de la liga de fútbol que llegará como siempre acompañada de conversaciones infinitas sobre agravios comparativos o la superioridad de un equipo sobre otro, perfecto para disfrutar de una buena taza de chocolate caliente acompañado de un buen libro de mesa o de las tablets y libros electrónicos para los más modernos.

Un buen día para evadirse, para no pensar en nada y dejarse llevar mientras el segundero del reloj avanza lentamente desafiando las leyes del tiempo. Sin embargo yo he acabado aquí, contándole mis temores e inseguridades a un psicoanalista.

Miro al móvil comprobando el mensaje que nunca llegó a salir desde mi telefono, aún con el tiempo que ha pasado sigo conservando el número en mi agenda. Y lo sigo viendo como si fuera mi culpa cuando no pude hacer nada, no pude hacer nada.

- Albert Einstein lo dijo un día: "Temo el día en que la tecnología sobrepase nuestra humanidad, el mundo solo tendrá una generación de idiotas".
- ¿Estás aquí porque piensas que la gente es idiota? - pregunta sin dudarlo el señor Segura, con su mirada penetrante intentando sonsacar la información.
- No, estoy aquí porque... no consigo ser la persona que debo ser.
- Una persona es como es, no como le gustaría ser ni como le gustaría que le vieran los demás. -
- Lo sé pero siendo así no consigo dormir sin arrepentirme día a día. - digo con la voz desgarrada, intentando aislar el sentimiento de las palabras.
- ¿Has tenido algún problema reciente?

El muchacho se levanta del rojo diván y se lleva las manos en jarra hacia su dura mollera para acabar mirando al doctor sin saber darle una respuesta convincente. Sabe que podría contarle al menos unos 20 problemas recientes sin perderse más allá de la pasada semana y sin embargo no articula palabra alguna. No termina de saber porque ha acabado teniendo que contar sus dilemas y temores a otra persona. Precisamente él, que pasa horas escuchando e intentando arreglar los problemas de amigos y conocidos.
Él, que comparte la misma profesión que su loquero particular, bueno casi, es psicólogo, o al menos eso refleja el cuadro que cuelga sobre la pared de su dormitorio.

- Martín, siéntate. Si has venido por tu propia voluntad es porque necesitas hablar. Quieres hablar y yo te voy a escuchar sin juzgarte por lo que hayas hecho. - el doctor Segura transmite seguridad, su voz pausada y tranquila permite que pueda fluir una conversación que tarda en aflorar.


Me llamo Martín, un pequeño homenaje de mis progenitores al personaje del clásico de ciencia ficción de 1985 Regreso al Futuro, primogénito de los Lobo Hurtado; el negativo de la familia, el único que heredó los genes negativos de padre y madre.
Si tuviera que describirme no tardaría demasiado: soy un muchacho del montón, delgado, de estatura media, cabello castaño y ojos de color miel. Coleccionista de complejos desde pequeño; gafas, aparato dental, granos, voz aguda... podría seguir pero acabaría aburriendo con la enorme lista.
Hoy es mi cumpleaños, mi vigésimo-séptimo cumpleaños y voy a pasarlo en la consulta del psicoanalista.